23 abril 2024

Sobre ornitorrincos, ballenas y pingüinos. Por Juan Emilio Sala

El pasado domingo 2 de Junio, Horacio Verbitsky -en su editorial de Página 12- dio a conocer una brillante historia, pergeñada por un usuario de Facebook apodado William Scholl en la que, virtualmente, Morales Solá editorializa -un domingo cualquiera en La Nación- sobre un supuesto plan del Gobierno Nacional para exterminar a los ornitorrincos del territorio. Propagación oligopólico-mediática mediante, y luego de una semana, donde se hace notar que en realidad no existen ornitorrincos en la Argentina, Joaquín concluye que se dará marcha atrás con la medida por cuestiones de imagen electoral. Esta historia emula con sagacidad el derrotero sufrido por la falacia lanzada por Morales Solá sobre una supuesta intención del Estado Nacional de intervenir el Grupo Clarín.

Siguiendo este esquema de pensamiento, el que daré en llamar la “lógica ornitorrinco” (sensu William Scholl), el pasado martes 4 de Junio se publicó en Clarín una nota cuyo rimbombante título decía: “Alerta por un nuevo récord de muertes de ballenas en el Sur”. El copete del artículo señala que: “Según un monitoreo de la ballena franca austral, ya murió el 97% de los ballenatos de la temporada 2012”, para luego desmentirse -y contradecirse- en el primer párrafo donde afirma, correctamente, que la mortalidad de los ballenatos registrada durante el 2012 fue de 113 individuos. Y que esto representa el 97% de las mortalidades totales (incluyendo a los adultos) detectadas ese año y el 33% -y ya no el 97% informado en el copete- de las crías nacidas durante dicha temporada reproductiva. También sugiere que la mortalidad registrada representaría una reducción del 3% en la población total de la especie, estimada en 4.000 ejemplares. Si bien estos números son relativamente altos en términos históricos, la población de Ballena Franca Austral viene creciendo sistemáticamente y a un ritmo de entre 5 y 7% anual, lo cual también se puede leer en la nota. Esto quiere decir -de forma muy sencilla- que si la población crece es porque la natalidad está superando a la mortalidad. Lo cual no quita, en absoluto, que debamos prestar particular atención al número creciente de mortalidades y que busquemos, dentro del ámbito científico, alguna explicación plausible para esta realidad. Lo que me interesa destacar aquí es que, una vez más, el Grupo Clarín utiliza su táctica non santa, la cual consiste en mentir en el título -y/o copete- para desmentirse en el cuerpo de la nota, y así instalar un clima enrarecido sobre la realidad argentina y, en particular, en lo vinculado a la conservación de la biodiversidad, tema fashion si los hay. La falacia ya se puso a rodar y ahora la gran mayoría de los medios de comunicación replicarán el “gran problema que enfrentan las ballenas en la Argentina”. ¿Les suena conocido? Lógica ornitorrinco pura.

Todo esto podría haber sido un simple error de interpretación del periodista, si no fuera porque el domingo 18 de Noviembre de 2012 el Diario Clarín publicó un artículo firmado por el mismo corresponsal y titulado: “Miles de nidos vacíos encienden el alerta en Punta Tombo”; haciendo referencia a la colonia más grande del mundo del Pingüino de Magallanes, ubicada en la Provincia de Chubut. En la nota nos cuenta -a los lectores incautos- sobre los distintos avatares sufridos por estas simpáticas aves marinas, los que habrían conducido a que la reserva contara con un 30% menos nacimientos de pichones -respecto a lo esperado en un año normal, según informaran los “científicos consultados por Clarín”- durante la temporada reproductiva del 2012-2013. Ahora bien, esta información, por demás interesante, ¿dice algo sobre la realidad de la especie? ¿Qué significa un 30% menos de pichones eclosionados? ¿Es mucho? Y en definitiva, ¿a qué científicos consultaron? Para ir contestando estas preguntas hay que decir que todo, en ecología, depende mucho del contexto. El Pingüino de Magallanes reproduce en colonias a lo largo de casi toda la costa patagónica, desde la mitad de la Provincia de Río Negro y hasta Tierra del Fuego. Como bien dice la nota, algunas colonias se encuentran registrando un fuerte crecimiento poblacional y otras están estables o decreciendo levemente. Por lo que un año “malo” para la colonia de Punta Tombo no repercutirá, necesariamente, en la dinámica poblacional de toda la especie. Ahora, ¿por qué, nuevamente, el título de la nota no se corresponde con el cuerpo de la misma? A mi entender, esto podría deberse básicamente a dos cuestiones, diferentes pero entrelazadas. Por un lado a la necesidad imperiosa de horadar en el imaginario colectivo de la sociedad, generando una visión negativa -y amarillista- sobre la realidad que nos acontece. Basta con mirar el primer comentario realizado en el sitio web de Clarín, para cada una de las dos notas mencionadas, para ver que todo lo explicado hasta aquí sería -según los lectores- pura y exclusivamente culpa del Gobierno actual o de “los K”. En segundo lugar, esta actitud propagadora de falacias ambientales se fundamenta en uno de los dos tipos de abordajes empleados en el estudio de la conservación que hoy se utilizan en el mundo: la conservación basada en lobby, en confrontación a la conservación basada en ciencia. En la primera, cualquier información que genere zozobra en el público, ávido de noticias sensacionalistas, será bienvenida. Ya que así se posibilitará el otorgamiento de subsidios -o premios- para la investigación avocada a esas especies carismáticas, para las que se montó un halo de peligro de extinción. Ninguna especie en el mundo que cuente con 1.500.000 parejas reproductoras, como es el caso del Pingüino de Magallanes, se encuentra en peligro de desaparecer. Por el contrario, la conservación basada en ciencia nos permite poner los años “malos” -o la mortalidad elevada- en contexto y así determinar cuándo y qué medias serían necesarias para preservar los ecosistemas, y no sólo a las especies con mayor carisma. Y lo estamos haciendo.

Para ir terminando, quiero aclarar algunas cuestiones. En primer lugar, me gustaría destacar que ambos temas tratados acá, el caso de las ballenas y los pingüinos, atraviesan de lleno mi práctica científica. En las próximas semanas saldrá una publicación, de la cual soy co-autor, en la prestigiosa revista MEPS (Marine Ecology Progress Series), en donde discutimos las posibles causas de los incrementos en la mortalidad de la Ballena Franca Austral en Península Valdés, entre los años 2003 al 2011 (ver referencia a pie de página). Además, el pasado 8 de Marzo del corriente año obtuve el título de doctor de la UBA en Ciencias Biológicas, luego de haber defendido una tesis centrada en el estudio del comportamiento de alimentación en el mar del Pingüino de Magallanes a lo largo de casi toda la costa Argentina. Estudiamos cómo el esfuerzo realizado por los animales en el mar -para obtener el alimento- se vincula con los cambios poblacionales registrados en las colonias. Por otro, quiero indicar que todo lo expresado aquí queda bajo mi exclusiva responsabilidad, y que no necesariamente se corresponde de forma exacta con la visón de las instituciones a las que pertenezco. Esto es un artículo de opinión y yo estoy dando la mía.

Para concluir, los dejo con el inefable slogan de Clarín: “La realidad se puede tapar o se puede hacer tapa”. ¿En cuál de las dos afirmaciones se ubicarán las “realidades” que este grupo publica? Los ornitorrincos, las ballenas y los pingüinos ya conocen la respuesta.

Rowntree VJ, Uhart MM, Sironi M, Chirife A, La Sala L, Musmeci L, Mohamed N, Andrejuk J, Di Martino M, McAloose D, Sala JE, et al. (en evaluación final). High mortalities of southern right whale calves (Eubalaena australis) on their nursery ground at Península Valdés, Argentina. Marine Ecology Progress Series.

Por Juan Emilio Sala*

*Doctor de la UBA en Ciencias Biológicas, Becario Postdoctoral del CONICET y Docente de la Cátedra de Filosofía de las Ciencias (UNPSJB-Puerto Madryn).